Tuesday, January 6, 2009

Siempre tendremos Nueva York


Llevo un rato pensando por qué quiero estar aquí, en Nueva York.

Las ciudades, las megaciudades nunca habían sido mi fuerte. Siempre me habían gustado más los pueblos perdidos, las colinitas salpicadas de casuchas, la idea de una cabaña enterrada en un cerro. Pensé que era una mujer de espacios abiertos, pelados. Casi una mujer de campo, ja. Hasta me había imaginado plantando papas y cebollas en algún rincón del sur.


Así que yo fui la primera en sorprenderme cuando me pillé suspirando de emoción mientras veía desde el tren N, en esos siete minutos en que cruza el puente Manhattan, como las millones de ventanas de la ciudad devolvían el sol de la tarde.

Todavía me fascina la vista. Y creo que me gusta aún más como se ve de noche. Las luces de la ciudad parecen millones de ojos atentos, apretados unos contra otros, siguiendo la ruta de los trenes que llevan y sacan gente desde la panza de la ciudad.


Y me gusta la gente. Toda la gente. Incluso los que caminan mirando el suelo porque me recuerdan a Santiago. Bueno, no me gustan mucho los que siempre están listos para gritarte porque te quedaste parado un segundo en la entrada del metro o porque te saliste de la línea recta y rápida por la que corrías en alguna calle de Manhattan. Pero no son tantos si los comparas con los japoneses de voces suavecitas que te hacen reverencias ante cualquier gesto amable, o los indios y sus currys, o los chinos que hablan tan golpeado que parece que siempre estuvieran peleando. Me gustan también los polacos y su barrio que me hace sentir dentro de un remake de Kieslowski. Me llaman la atención los hasidis que parecen cuervos o sombras rondando por las calles de Brooklyn o Manhattan. Me intrigan los pakistaníes que adoptaron a B., neoyorquino cien por ciento, como parte de la familia. Él dice que lo quieren convertir al Islam.
Me gusta B., claro, porque me ha adoptado como parte de su familia y no me quiere convertir en nada.

Me fascinan los new yorkers que capean la crisis entre museos, galerías, teatros, restaurantes y el Central Park. Me conmueven los tibetanos que se pasaron todo el año gritando para que esta ciudad-ombligo del mundo los apoyara en su lucha. Me gusta escuchar la marea de acentos hispanos que suenan por acá. Y a los turcos de risa fácil y a los rusos de temperamento combustible y caras preciosas. Me acuerdo de uno que contaba que cuando llegó no tenía un peso, por lo que pasó dos semanas durmiendo en el tren N. No supo decir cuántos viajes hacía cada noche entre Queens y Coney Island, pero sí se acordaba que siempre la hora de levantarse lo pillaba en la playa. Todas las mañanas pasaba por el lado de la feria de diversiones y se iba de cabeza al mar, a "ducharse". "Pero mo me importaba. Estaba en Nueva York", dijo.

Y me encanta que aunque no tengas plata puedas ir al museo o a la librería pública a sacar libros, discos y películas. Y me horroriza ver que muchos se desloman por un puñado de dólares que apenas alcanzan para pagar la renta. Y me da pena que a la señora J. se le haya muerto la mamá por allá en México mientras ella cuidaba gringuitos. Y que A. no pueda ir con su esposo a Londres porque no tiene papeles y no quiere que la echen de Nueva York... Esta es una ciudad intensa en sus bondades y en sus desgracias. Es dramática. Es una buena historia. Tal vez por eso me gusta.

... Hice una pausa. Fui al buzón de la casa y saqué la "New Yorker" de esta semana. En la portada hay un gato sentado en lo alto de una azotea neoyorquina. El gato me da la espalda. Está concentrado, perdido mirando como los edificios de la ciudad se recortan contra un cielo naranja. Pucha que entiendo a ese gato.


PS1: Sólo me faltó decir que adoro a los amigos que tengo aquí. Son poquitos, pero bien valen un Manhattan.
PS2: No sé muy bien a qué vino esta declaración de asombro por esta ciudad. Tal vez sea por el Año Nuevo (Feliz Año Nuevo!) o porque a veces la cosa se pone dura y uno necesita recordar ciertas cosas.

4 comments:

M said...

La expresión de asombro viene de tus ojos sumados a esa ciudad sin fin. Las extraño a ambas. Síganse disfrutando mutuamente...

Anonymous said...

Sole, de las descripciones más bonitas que he leido de esta ciudad que nos renace y mata a la vez.

S o L e said...

Mane! qué nostalgia. Sabes? me has acompañado en un par de paseos. Mientras camino te voy comentando. En serio. Ja. Así que como ves, también se te extraña.

LOTEO EL MAÑIO: ENTRE DOS LAGOS said...

Solcita: tu descripción es tal cual yo haría la mía de una ciudad que me he imaginado mil veces, porque yo, que viví la mitad de mi vida en una casita en el campo, amo también las gentes, sus pasos, sus miradas, penas, rabias, y todo...Eres una gran escritora.
cariños

Carola